26 de agosto, fecha de nacimiento de la salsa




Por Armando Diazgranados Pretel
Periodista deportivo y musical
Director de BARRANQUILLA ES SALSA

Un día como hoy, de hace 45 años, se partió en dos la historia de la música antillana; todo por cuenta de unos genios que, coincidencialmente estaban disponibles para esa noche, la cual iba a ser simplemente mágica e inolvidable. El pueblo latino lo iba a agradecer por siempre.

El lugar donde se llevó a cabo ese histórico encuentro musical fue en un club de Broadway llamado Cheetah, el cual estaba ubicado en la calle 53, donde antes había funcionado un club de jazz llamado Arcadia. Sus creadores fueron Olivier Coquelin, un millonario francés que había llegado a Nueva York a fines de los años 50 con el deseo de dar un vuelco al concepto de la noche en la ciudad, y Borden Stevenson, únicamente conocido por ser hijo de un importante senador demócrata que falleció por esa época. Dicho club fue inaugurado el 27 de abril de 1966, cinco años antes del gran acontecimiento del cual iremos dando detalles.

En principio, el Cheetah no era un sitio cualquiera. Tenía tres ambientes: en el piso más alto había una sala de cine, en el siguiente había una librería y una tienda de discos, y en la planta que daba hacia la calle estaban ubicadas una galería de arte moderno, una boutique y la discoteca; todo abierto hasta las 4 am. Era un sitio lleno de glamour, pero lo que lo hacía verdaderamente distinto eran sus camareras de vestido leopardo que transportaban carritos con gaseosas y perros calientes, de mesa en mesa.

Pero todo aquello fracasó. La gente de los estratos más altos no quiso seguir yendo a un sitio en el que la entrada era asequible para todo público. El Cheetah, sin pretenderlo, fue la primera discoteca con rumbas para menores de edad y sin venta de alcohol. Al poco tiempo Coquelin vendió el local y allí se instaló una pista de patinaje.

Para cambiar el de la 53, consiguió un nuevo local a cien metros de este, en el número 310 de la calle 52 entre Broadway y Octava Avenida. Ese segundo Cheetah contaba con dos espacios de baile: una pequeña pista en planta superior, y la gran pista central con capacidad para 1.200 personas y una tarima para una orquesta de 20 músicos. De ese modo se inauguró en octubre de 1968, pero algo cambió todo lo que Coquelin creía conocer hasta ese momento. Fue así como conoció al neoyorquino de ascendencia dominicana, Ralph Mercado, propietario del 3 and 1, el cual se ubicaba en Brooklyn. Mercado ya era famoso por el éxito de Pete Rodríguez que lleva el nombre de su negocio. 

La idea de Mercado era trasladar ese efervescente ambiente latino a Broadway y aprovechar el tirón de las discotecas. Para tal fin propuso los jueves como la noche latina, pagando un mínimo de consumo previamente establecido. Coquelin y Stevenson aceptaron, y el Cheetah empezó a atraer a los jóvenes latinos que se sentían con un poco más de caché al ir al bailar al corazón de Manhattan.

Así iba todo, hasta que Mercado se encontró por casualidad con Jerry Masucci, copropietario del poderoso conglomerado musical, Fania Records, y le contó lo que estaba haciendo, de modo que las ideas fluyeron de inmediato: Mercado propuso que organizaran una descarga, como las de antaño, con la condición que él ponía el salón de baile y Masucci la orquesta. Acordaron una fecha lo más cercana posible, y fue así como el hombre de Fania propuso llevar a los mejores músicos de su disquera.

Corría la mañana del martes 24 de agosto, dos días antes del concierto, cuando Masucci llamó a su socio Johnny Pacheco y le dijo: Ralph Mercado está de promotor en un salón, el Cheetah, aquí a la vuelta (las oficinas de Fania quedaban en la Octava Avenida entre 52 y 53), y quiere hacer un concierto. Pacheco le preguntó que para cuándo era la cosa, y dijo Masucci que el jueves. Johnny le preguntó que si el jueves de la misma semana, a lo que Jerry le contestó que sí. El dominicano le preguntó que quiénes iban y qué iban a tocar, y Masucci, espetó con total frialdad, la misma que le caracterizaba a la hora de hacer negocios: “Yo sé que tú podrás hacer algo, Johnny”.

El miércoles 25 se citó a la gente. Algunos estaban en Nueva York, de casualidad, y otros vivían allí. Se les dio la idea y decidieron ensayarlo todo al día siguiente durante la prueba de sonido, apenas horas antes del inicio.

La nómina de estrellas iba a quedar conformada así: 

Johnny Pacheco - Director 

Larry Harlow - Piano 

Ricardo Ray ­- Pianista invitado

Ray Barretto - Conga

Roberto Roena - Bongó 

Orestes Vilató (Barretto)- Timbal 

Bobby Valentín - Bajo 

Yomo Toro - Tres 

Roberto Rodríguez (Barretto), Larry Spencer (Harlow) y Héctor Zarzuela (Pacheco) - Trompetas

Barry Rogers (E. Palmieri), Reinaldo Jorge (Colón) y Willie Colón - Trombones

Santos Colón (Puente), Cheo Feliciano (Invitado), Pete ‘Conde’ Rodríguez (Pacheco), Adalberto Santiago (Barretto), Ismael Miranda (Harlow), Héctor Lavoe (Colón) y Bobby Cruz (Invitado) - Cantantes.

Las filas sobre la calle 52 para ingresar al Cheetah eran interminables. Tan solo bastó el nombre forjado por cada uno de los músicos, sumado a una breve campaña publicitaria en la radio para promocionar lo que se iba a convertir en un éxito inusitado por aquel entonces, y que, entre otras cosas, iba a ser filmado.

Las canciones que iban a hacer historia





Live at the Cheetah Volumen 1

Lado A: 

1. ‘Introduction theme’ (Johnny Pacheco): tema que sirvió como preámbulo del concierto y en el cual el afamado locutor de origen judío y rumano, Sid Torin, más conocido como ‘Symphony Sid’, y Johnny Pacheco iban presentando a cada uno de los integrantes de la agrupación.

2. ‘Descarga Fania’ (Ray Barretto): la versión original es del propio Barretto y se llama ‘Trompeta y trombón’, pieza que viene dentro del álbum ‘Latino con soul’ (1967 - WS Latino). En esta adaptación para la presentación en el Cheetah participaron como artistas principales los integrantes de su orquesta: Roberto Rodríguez, Orestes Vilató y Adalberto Santiago, a los cuales se iban a sumar, entre otros, el resto de trompetistas y trombonistas, así como también Bobby Valentín con un gran solo de bajo. 

3. ‘Anacaona’ (Tite Curet Alonso): adaptación del gran éxito del álbum ‘Cheo’ (1971 - Vaya). En esta versión se destaca un solo de piano de Larry Harlow y de dos de los trombonistas.

Lado B:

1. ‘Quitate tú’ (B. Valentín - J. Pacheco): esta canción que se extendió por más de 16 minutos y que fue de obligatoria inclusión en el repertorio de futuras presentaciones de Fania All Stars está envuelta en una polémica por derechos de autor. Resulta que el génesis de la misma es una obra de teatro cubana con tinte político en la cual personificaban a diferentes presidentes de los años 20 y 30. Según el musicólogo sanandresano, Sergio Santana, la obra critica la repartición de la presidencia de la república entre dos partidos cubanos en el periodo que va de 1925 a 1933, época en que cayó el gobierno dictatorial de Gerardo Machado, el conocido Machadato. Así que… señores Valentín y Pacheco, nos deben una explicación a todos los salseros.

Ya para hablar de la versión del concierto en Cheetah, ésta cuenta con la participación de todos los vocalistas, incluido Pacheco, y, adicional a esto, también hay que destacar el extraordinario solo de tres de Yomo Toro, el magnífico mambo de los encargados de los metales y el cierre con broche de oro de Ray Barretto, quien estrella las congas contra el piso, en medio de un ataque de frenesí.

Live at the Cheetah Volumen 2

Lado A:

1. ‘Ahora vengo yo’ (R. Ray – B. Cruz): el corte correspondiente al lucimiento y única participación del dúo puertorriqueño en esta grabación. Cuenta con una particularidad que ha confundido al melómano de a pie a lo largo de la historia: la mención de un tal Rubén por parte de uno de los animadores, el locutor radial y pintor, Izzy Sanabria, quien grita al inicio de la canción: “que suba Rubén, para que baile”. Como complemento, algunos cantantes comienzan a preguntar: “¿a dónde está Rubén? ¿A dónde está?”. ¿Ese Rubén es el cantante y político panameño Rubén Blades? ¡No! Se trata de un bailarín llamado Rubén Santiago, quien era además colaborador y promotor del sello Fania, así como también promocionaba a otras orquestas en el Barrio. Esa histórica aclaración la hace el portal por internet del conglomerado de Pacheco y Masucci.

2. ‘Estrellas de Fania’ (C. Curet Alonso - J. Pacheco): son montuno interpretado por todos los cantantes, a excepción de Cheo Feliciano. En la contraportada del álbum aparece Reinaldo Jorge haciendo el solo de trombón, pero en realidad esa moña le correspondió a Willie Colón, según aclara la página web de Fania. El solo de piano está a cargo de Larry Harlow, mientras que la flauta y los arreglos son de Johnny Pacheco.

3. ‘Qué barbaridad’ (Ismael Miranda): canción interpretada por el propio Miranda en compañía de Héctor Lavoe. Si se quiere, es uno de los temas que pasa de agache en este concierto. El solo de trompeta es de Larry Spencer y el de trombón es de Barry Rogers. Los arreglos son del pianista cubano Javier Vásquez.

Lado B:

1. ‘Ponte duro’ (Johnny Pacheco): es la más frenética de todas las descargas tocadas en este concierto. Un contubernio de bongó, congas, timbal y metales con sonidos bien agresivos. Roberto Roena es, sin duda alguna, el protagonista central de esta canción. Su solo es inolvidable, así como también las intervenciones de Ray Barretto, Orestes Vilató, Roberto Rodríguez, Héctor Zarzuela y Willie Colón. Los arreglos de este tema son de Valentín y Pacheco.

2. ‘Macho cimarrón’ (Johnny Pacheco): con arreglos de Marty Sheller, es otra de las piezas maratónicas del concierto, con más de 12 minutos de duración. La interpretación le correspondió a Pete ‘Conde’ Rodríguez. Pacheco hace una interesante moña de flauta, Willie Colón vuelve a destacar en el trombón, mientras que Larry Harlow hace el solo de piano. 

3. ‘Closing theme’ (Johnny Pacheco): aunque debiera pasar desapercibido, este tema de cierre de un concierto para la historia resulta interesante de entrada nada más con el intro de piano que hace Larry Harlow. Es un corte de apenas dos minutos que se reparten entre el piano ya citado, los metales en comunión y la algarabía del público asistente.

Un concierto que también quedó registrado en imágenes



Unas semanas atrás, Larry Harlow había llamado a Jerry Masucci para contarle que había un director de cine interesado en grabar algo sobre la música antillana en Nueva York. Y así fue que Harlow apareció un día en las oficinas de Fania para presentar a Leon Gast, un documentalista y fotógrafo de Jersey City que había sentido curiosidad por la música, al tiempo que trabajaba para revistas de moda.

El rodaje de Gast se convirtió en el documental Our Latin Thing (Nuestra Cosa Latina), gran testimonio de una cultura hasta entonces oculta o también conocida como ‘underground’. Y esos dos aspectos acabaron por darle el marco social a una expresión musical que a la vuelta de dos años sería conocida como salsa.

‘Live at the Cheetah’, un reencuentro con las raíces

Lo tocado esa noche del 26 de agosto de 1971 estuvo lleno de alegría, picardía y humor, pero a la vez de furia, intensidad y agresividad en el buen sentido de la palabra. Sonó muy distinto a todas aquellas sesiones de mambos, pachangas, descargas y boogaloos. Aquellos músicos entregaron en esa fantástica noche la carta de navegación de cómo volver a escuchar y sentir los sonidos tradicionales de Cuba, la gran matriz de la música que corre por las venas de los amantes de este sincretismo de ritmos y culturas dispersas a lo largo y ancho de la cuenca del Caribe.

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